De algún modo la historia se encarga de mostrarnos que los hombres se derrumban y no el tiempo. Los sistema se derrumban, los sistemas hechos a la desmedida del hombre o a la medida de sus ambiciones y poderes.El desafío actual es aceptarlo y reinventar nuevamente una forma de concebir el mundo y la realidad. un nuevo rostro y un nuevo destino que no termine en la consolidación de un estado sino en la libertad de quebrar cualquier estado consumado y la oportunidad de elgirlo.
Hace tanto que no tenemos identidad, que nuestro anonimato nos ha vuelto familiares, conocidos y reconocidos en el hambre y en la guerra, obvios, y previsibles.
No Fuimos una excepción en la decadencia que confirmo la regla, no menos bestia que la rabia omnipotente, la metástasis en su mejor momento.
Todo el polvo enrareció en el aire desde hace una par de años, el polvo en estado suspendido desde el 11-S, y entonces el derrumbe no pudo ser más que una demostración de lo irremediable y tarde. Ya fue, y ya fueron sin pena ni gloria, Sadan, Bin Laden y Cadaffi. Se murieron todos los pretextos, la expiación de unos y de otros.
Ha llegado la hora del caldo de nuestro cultivo por el que debemos mostrar nuestra indignación postergada de todos estos años. Sacarnos la calentura de la sumisión y aunque sea por un instante demostrar nuestra verdadera identidad de la esclavitud que fuimos, de lo despiadamente imbéciles.
Es al hora de sintonizar nuestro delirio con nuestra utopía y salir a desandar las calles, por los días y las noches que nos perdimos de ser felices.
Hace tanto que no tenemos identidad, que nuestro anonimato nos ha vuelto familiares, conocidos y reconocidos en el hambre y en la guerra, obvios, y previsibles.
No Fuimos una excepción en la decadencia que confirmo la regla, no menos bestia que la rabia omnipotente, la metástasis en su mejor momento.
Todo el polvo enrareció en el aire desde hace una par de años, el polvo en estado suspendido desde el 11-S, y entonces el derrumbe no pudo ser más que una demostración de lo irremediable y tarde. Ya fue, y ya fueron sin pena ni gloria, Sadan, Bin Laden y Cadaffi. Se murieron todos los pretextos, la expiación de unos y de otros.
Ha llegado la hora del caldo de nuestro cultivo por el que debemos mostrar nuestra indignación postergada de todos estos años. Sacarnos la calentura de la sumisión y aunque sea por un instante demostrar nuestra verdadera identidad de la esclavitud que fuimos, de lo despiadamente imbéciles.
Es al hora de sintonizar nuestro delirio con nuestra utopía y salir a desandar las calles, por los días y las noches que nos perdimos de ser felices.
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