Como en los mejores Tiempos Ya vuelve el circo al Coliseo, ya se encienden las luces incandescentes y le florece al pasto el verde rocío. Ya se corre el telón de fondo sin mostrar toda su miseria y aparecen los colosos adversarios de su propio destino y de sus propios temores a enfrentarse en la contienda. Todo es un "viva eterno" de la locura contagiosa que baja por las gradas; Todo son víctores para quienes ofrenden sus pellejos y sus pulgas amaestradas como en los mejores tiempos. Todo vuelve a la transparencia de la fuente, siempre en forma, aunque nunca exenta de lo mismo decadente. Allí están los palcos colmados y henchidos de toda su nobleza (reyes y reinas, emperadores y emperatrices, duques y duquesas, principes y princesas, ministros y ministras, presidentes y presidentas) con ese orgullo que avergüenza ante los dioses como fieras exhibiendo sus mejores pieles y el dote de sus mejores garras. (las mismas del último carnaval) Ya no habrá vencedores, ni vencidos, ni alegrías, ni tristezas, porque cuando la miseria suele darnos de comer nuestras propia carne, hay algo que sin dolernos del todo nos alegra: "...que mientras el mundo ruede redondo como una cabeza degollada en nombre de la fiesta por unos días la muerte ignorada se vuelva ausente..."
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